domingo, 12 de octubre de 2014

De viaje




Cuando cargamos con maletas y mochilas que no son nuestras, pero por alguna razón nos responsabilizamos de ellas, el viaje se nos hace más difícil de lo que debería ser. Pero, ¿por qué lo hacemos?

El estar pendiente de la imagen que perciben los demás de nosotros, de nuestras decisiones y acciones acaba quemando. Pero por paradójico que parezca, el querer gustar a nuestro entorno hace que nos vayamos olvidando cada vez más de nosotros mismos, y que esa buena imagen que queremos dar desaparezca, porque nos olvidamos de vivir nuestra vida, vivimos sus vidas, y al fin y al cabo, todos tenemos derecho a opinar y criticar.


Esto conlleva a que el nivel de control en los demás y en lo externo aumente hasta tal punto que nuestra autoestima disminuya al mismo ritmo. Ver que no conseguimos nuestro objetivo, en este caso improbable controlar los pensamientos y acciones de los demás, nos hace intentarlo una y otra vez, viendo que no conseguimos lo que queremos, que todo el mundo piense que somos perfectos. ¿Improbable o imposible?

Así, no asumas responsabilidades que no quieras, no cargues con el abrigo del quédirán. Ya está demasiado usado. Suelta las maletas de los prejuicios y de las neuras en un aeropuerto y despídete de ellas. Envíales una carta si quieres.

Que comentarios y juicios... y bienquedismos varios, no guíen tu vida. Deshazte de todo ese equipaje que no quieres cargar, y camina ligero. Piensa en lo que tú quieres, no en lo que los demás te piden o crees que te exigen. Vive tu vida, total, son dos días.