sábado, 27 de septiembre de 2014

Pues ahora, lloro


La vida es así, cambio constante. Pero esos cambios sacan a la superficie emociones, tanto positivas como negativas. Aunque nosotros no estemos preparados, o eso creamos, ahí están ellas, formando parte de nosotros. Hoy estoy contento, mañana quiero llorar. Ahora quiero reír, después me enfado. Las emociones también cambian. Interpretaciones que provocan emociones.


¿Por qué nos da miedo pararnos a sentir? Por eso mismo, por  miedo. Creemos que no soportaremos estar tristes o enfadados porque será terrible, pensamos que ciertas emociones pueden hacer que nos parezcamos a alguien que no nos agrada, nos sentimos culpables por sentir según que cosas, pensamos que no podremos controlar nuestra rabia, o que estará mal vista... Quizá, que no tenemos derecho a sentir según que cosas. Y resulta que somos un escaparate de felicidad.


La incapacidad de detectar las emociones y sus causas, ese vacío emocional, impide que no nos conozcamos por dentro y que, cuando estamos tristes, por ejemplo, no sepamos el por qué, de ahí que sea más difícil encontrar soluciones... quedándonos en el pozo más tiempo de lo debido. la fugacidad de nuestras vidas no nos permite pararnos a pensar.

Si estás feliz, ríe, disfruta de ese momento, deja que fluya, rebózate en tus carcajadas... Si estás triste, llora, pero también deja que fluya, ¡no pasa nada! Siente ese momento y pregúntate el porqué, pero no lo evites. Identifícalo. Recuerda tus derechos, tu derecho a sentir. 

¡Enfádate!