miércoles, 26 de marzo de 2014

Quien tiene vergüenza...

...ni come ni almuerza. Como bien decía mi madre, y ya sabemos que las madres siempre tienen la razón. O casi siempre.

Da vergüenza tener vergüenza. Partiendo de esa base... cuando estamos en una situación que consideramos incómoda, es como si se pusiera en marcha un circuito en el que suceden una serie de cosas, varias sensaciones, que acaban desembocando en tener la cara como un tomate. Pero es que tú sabes cuándo estás en ese momento justo que precede el ponerte rojo y no lo puedes evitar, es así. Qué bien iría tener un botón de STOP en ese mismo instante para que, al menos, no hubiese evidencias físicas de tu mal trago. Pero no, esa evidencia hace que se desarrollen todavía más síntomas a los ojos del otro, como tartamudeo, sudoración... y torpeza en general.

Pero, ¿por qué sentimos vergüenza? Tenemos miedo a sentir con intensidad porque nos hace sentir vulnerables e incorrectos. La sociedad siempre nos ha hecho creer que reír escandalosamente, gritar, cantar... y sobretodo llorar, tenemos que hacerlo en casa. No expreses tus sentimientos fuera en la calle, ante los demás, anda... que está mal visto. Nos da vergüenza sentirnos tristes, por eso siempre aparentamos estar contentos para los demás. Y... ¿Qué pasa si tengo ganas de saltar exageradamente de alegría porque me ha pasado algo muy bueno? Represión. Cualquier tipo de expresión de nuestros sentimientos que no esté "dentro de unos límites aceptados" nos hace pasar vergüenza. Pero cuando nos equivocamos es todavía peor. Valga la paradoja, sentimos vergüenza y esa intensidad de sentimiento nos hace pasar más vergüenza todavía por sentirnos avergonzados... Un lío si, pero es real. Hazte esta pregunta ¿Qué es lo peor que puede pasar en ese momento en que te hierve la cara y estás deseando desaparecer de escena? Pues nada. Como mucho, regalarle una anécdota a alguien. Y con suerte, el otro hasta te ayudará a salir de la situación porque, al verte así, puede que lo esté pasando igual o peor que tú. Que es lo que llamamos vergüenza ajena. Y también empatía.

Creo que algo como expresar lo que sentimos abiertamente en cualquier momento es muy importante para todos. Dejemos al lado el perfeccionismo y la autoexigencia y vamos a darnos permiso para sentir, para equivocarnos, para vivir. Que por suerte, es un privilegio que tenemos.

¡Que paséis mucha vergüenza!


miércoles, 12 de marzo de 2014

Entiéndeme

Cuando me siento decepcionada y me encierro en mí misma reflexiono sobre si tengo razones para sentirme de esta manera o no.

¿Cuántas veces hemos esperado algo de alguien que no ha llegado nunca? Bueno... Quizá sí que ha llegado, pero a su manera. O quizá teníamos las expectativas demasiado altas y nos sentimos frustrados por no llegar al nivel esperado. Ay... la frustración... por desgracia, aunque también por suerte, nuestra compañera de viaje.

Las expectativas, las opiniones, los ideales, las imágenes, las vivencias... la realidad, es algo muy personal consecuencia de las percepciones de cada uno. Tan personal es, que lo construímos nosotros mismos dependiendo de nuestra historia, de nuestra vida pasada. Recorridos distintos, con vivencias diferentes, con opiniones contrarias sobre situaciones variadas. Tú no vas a pensar lo mismo que yo, yo no lo voy a ver igual que tú... o quizá si, quien sabe. ¿Lo sabes tú? ¿Quién tiene la razón sobre algo? Todo depende de los ojos que lo miren, de la mente que lo perciba.

Si esperas algo excepcional de alguien... ¿Por qué crees que lo recibirás? ¿Te lee la mente? Quizá deberías decírselo, quizá deberías pedírselo. No dejes que lo adivine, porque si no lo hace...Ahí vienen: decepción, frustración. Y si decides no decirlo, dejarlo en el aire para ver si, con suerte, esa persona te da lo que esperas, si lo recibes ¡bravo! Y si no, acéptalo. Acepta que no todo el mundo es como tú, que lo das todo por los demás. Aunque... ¿Es que la otra persona no lo da todo? Según ella, quizá si. Diferentes interpretaciones, diferentes vidas, diferentes realidades.

Si algún día te sientes decepcionado por alguien, sea familiar, amigo, pareja o conocido, antes mira por qué te sientes así. Párate a pensar que quizá la otra persona está dando más de lo que tú crees, está dando lo que puede. Puede que tú te entregues más, puede que lo sepas demostrar más, pero eso no significa que no te quieran. Hay muchas maneras de demostrarlo y cada uno tiene la suya, aprende a entenderlas, aprende a interpretarlas. Sigue ayudando a los demás, sigue viéndoles, sigue queriéndoles a tu manera, que ellos lo harán a la suya. Y si de verdad les importas, no te decepciones, que te lo harán saber.