domingo, 12 de octubre de 2014

De viaje




Cuando cargamos con maletas y mochilas que no son nuestras, pero por alguna razón nos responsabilizamos de ellas, el viaje se nos hace más difícil de lo que debería ser. Pero, ¿por qué lo hacemos?

El estar pendiente de la imagen que perciben los demás de nosotros, de nuestras decisiones y acciones acaba quemando. Pero por paradójico que parezca, el querer gustar a nuestro entorno hace que nos vayamos olvidando cada vez más de nosotros mismos, y que esa buena imagen que queremos dar desaparezca, porque nos olvidamos de vivir nuestra vida, vivimos sus vidas, y al fin y al cabo, todos tenemos derecho a opinar y criticar.


Esto conlleva a que el nivel de control en los demás y en lo externo aumente hasta tal punto que nuestra autoestima disminuya al mismo ritmo. Ver que no conseguimos nuestro objetivo, en este caso improbable controlar los pensamientos y acciones de los demás, nos hace intentarlo una y otra vez, viendo que no conseguimos lo que queremos, que todo el mundo piense que somos perfectos. ¿Improbable o imposible?

Así, no asumas responsabilidades que no quieras, no cargues con el abrigo del quédirán. Ya está demasiado usado. Suelta las maletas de los prejuicios y de las neuras en un aeropuerto y despídete de ellas. Envíales una carta si quieres.

Que comentarios y juicios... y bienquedismos varios, no guíen tu vida. Deshazte de todo ese equipaje que no quieres cargar, y camina ligero. Piensa en lo que tú quieres, no en lo que los demás te piden o crees que te exigen. Vive tu vida, total, son dos días.


sábado, 27 de septiembre de 2014

Pues ahora, lloro


La vida es así, cambio constante. Pero esos cambios sacan a la superficie emociones, tanto positivas como negativas. Aunque nosotros no estemos preparados, o eso creamos, ahí están ellas, formando parte de nosotros. Hoy estoy contento, mañana quiero llorar. Ahora quiero reír, después me enfado. Las emociones también cambian. Interpretaciones que provocan emociones.


¿Por qué nos da miedo pararnos a sentir? Por eso mismo, por  miedo. Creemos que no soportaremos estar tristes o enfadados porque será terrible, pensamos que ciertas emociones pueden hacer que nos parezcamos a alguien que no nos agrada, nos sentimos culpables por sentir según que cosas, pensamos que no podremos controlar nuestra rabia, o que estará mal vista... Quizá, que no tenemos derecho a sentir según que cosas. Y resulta que somos un escaparate de felicidad.


La incapacidad de detectar las emociones y sus causas, ese vacío emocional, impide que no nos conozcamos por dentro y que, cuando estamos tristes, por ejemplo, no sepamos el por qué, de ahí que sea más difícil encontrar soluciones... quedándonos en el pozo más tiempo de lo debido. la fugacidad de nuestras vidas no nos permite pararnos a pensar.

Si estás feliz, ríe, disfruta de ese momento, deja que fluya, rebózate en tus carcajadas... Si estás triste, llora, pero también deja que fluya, ¡no pasa nada! Siente ese momento y pregúntate el porqué, pero no lo evites. Identifícalo. Recuerda tus derechos, tu derecho a sentir. 

¡Enfádate!






viernes, 25 de julio de 2014

Humildad liberada

Llegas un día creyendo que estás preparada para dar lecciones sobre la vida, que vas a explicar lo que se debe y no se debe hacer... que vas a inculcar valores. Pero te equivocas.

Guitarras, cánticos, pinceles, trazos negros, blancos, rojos, verdes, grises... Música y pintura. Reflejos de lo que está pasando dentro de ti. Expresiones de lo que no se dice, pero sí se siente. Y se siente mucho. Son sus vidas, así te transmiten lo pasado. Y es entonces cuando te das cuenta de que la condena no la están viviendo ahora, sino un tiempo atrás, antes de entrar aquí. Fue en su edad más temprana.

Te permiten mirar ahí, detrás de esa fachada que solo es una máscara temporal que guarda muchas cosas que todavía no han aprendido a salir. Y te vas de allí pensando... ¡sabiendo! que tú no has ayudado como creías que harías, sino que la lección te la han dado ellos a ti, una lección grande de humildad.

Lo mejor que se puede hacer al conocer a una persona, es pensar en todo lo que puedes aprender de ella. Una demostración más de que las apariencias engañan. Y engañan para bien.


Voluntariado en un centro de menores.




lunes, 26 de mayo de 2014

Proyecto Ceon

En la vida nos surgen todo tipo de situaciones, no hay mejores y peores, no hay buenas y malas, todo depende de nuestra interpretación, de si sabemos sacar la parte positiva de cada una de ellas. Todo esto tiene que ver con nuestro discurso interno, lo que nos dice esa pequeña voz dentro de nuestra cabeza después de que nos ocurra algo. 


¿Te deja tu pareja? "Bueno, quizá no me valoraba lo suficiente, quizá debo estar solo un tiempo y conocerme más a mi mismo, y más adelante ya conoceré a otra persona que me valore más" ¿Te echan del trabajo? "Quizá necesitaba este cambio para encontrar otra cosa que me llene todavía más" ¿Te hacen una crítica? "Me la tomaré constructivamente, quizá tienen razón, quizá no, pero intentaré beneficiarme de ella".

La vida es cambio constante, y ese cambio hay que encajarlo de la forma más natural posible. ¿Qué quieres ver la parte mala o la parte buena? Entrena tu mente para eliminar la queja de tu vida, para aprender que, aunque veas todo negro, siempre habrá una brecha por donde pase la luz, pero la verás solo si tú quieres.

Proyecto Ceon te ayuda con ese discurso interno que a veces nos da la lata. Enfádate, acepta el cambio y actúa si es necesario, porque siempre se puede sacar algo bueno de él. 



Con este proyecto, mi amiga Isabel Cruces y yo, queremos ofrecer ayuda a aquellas personas que deseen cambiar esa manera de ver el mundo que tanto les hace sufrir.


Cada persona tiene un punto de vista y a partir de ahí construye su mundo, su realidad. Trabajando activamente con esas interpretaciones se pueden cambiar las emociones que nos perturban y sus consecuencias. Porque no hace falta estar "loco" para acudir a terapia, todo el mundo sufre en algún momento de su vida y aceptando esto puedes empezar a cambiarlo. 


A veces tenemos las herramientas para mejorar, pero no sabemos utilizarlas. 


- Terapia de adultos

- Terapia de pareja
- Niños y adolescentes
- Estimulación cognitiva en demencias
- Coaching

https://twitter.com/proyectoceon
http://instagram.com/proyectoceon
http://www.proyectoceon.com/






viernes, 23 de mayo de 2014

Ser, no estar

Dudas, miedo, confusión, esperanza… Hay veces en las que ni tú mismo sabes lo que sientes con claridad, intentas creer que estás bien, pero unos sentimientos se sobreponen a otros, unas emociones tapan a otras, unos pensamientos esconden otros… Y al final, lo que sientes de verdad, tu realidad, queda debajo y no la puedes ver, ni notar, ni sentir. Pero la motivación sigue, la esperanza está presente. Existe en ti otro sentimiento que todavía aparenta ser más fuerte, la frustración, la impotencia de no saber qué pasará, la neura. Y solo ves el miedo a equivocarte. Ese siempre está ahí, más visible que ninguno. Y la tristeza, la pena de ver que lo que antes era claro, ahora es gris, no negro quizá, porque eres optimista, eres fuerte, pero ya no es blanco. Ahora todos esos sentimientos contrapuestos parece que luchan contra ti y no entre ellos, en una guerra en la que no te debes rendir, para poder ganar batallas, para conseguir tus metas.


Será la vida… Esa de la que debemos disfrutar, porque nuestro error es creer que el mañana nos brindará otro día, en vez de asumir que quizá no estemos, eliminando así las dudas, el miedo y la confusión. Seríamos libres y felices, llegaríamos más lejos, o no, pero al menos lo intentaríamos.

SERÍAMOS, no estaríamos.

sábado, 26 de abril de 2014

Aquí, ahora

Querida neurosis,

Quiero despedirme de ti. O al menos intentarlo. Ojala todo el mundo siguiese estos pasos, porque entonces te quedarías sola, dejarías de existir. Eso crearía un mundo mejor, sin prisas, ralentizado, viviríamos siempre el momento, sin avanzar acontecimientos que ni si quiera sabemos si van a ocurrir. Pasándolo mal antes de tiempo, sufriendo porque si. Esto no pasaría...

Viviríamos el aquí y ahora, pasearíamos por la vida, sin prisas, sabiendo que hoy estamos aquí y que mañana... quizá no. Apreciando lo que tenemos, sin ansiedad alguna, disfrutando de la vida, que es corta... y nosotros la aceleramos.

Dejando de cruzar semáforos en rojo por nuestra prisa muchas veces irreal, pasándolo mal en la cola del supermercado, enrabiándonos si no hay sitio en el tren, hacer una cosa pensando en lo que hay que hacer después, y así.

Neurosis, no nos hagas pensar en qué pasará mañana, deja que saboreemos lo que hacemos, lo que nos gusta. No queremos miedos que nos bloqueen, ni que nos impidan avanzar y aprender. Deja que hasta de lo malo disfrutemos, déjanos estar bien en la incomodidad. Podemos sin ti. Solo tenemos que mentalizarnos, que trabajar en ello, que no luchar, para decirte del todo adiós y así ser felices ahora, que es cuando hay que serlo...

 Y mañana, quién sabe.

lunes, 7 de abril de 2014

DIFÍCIL, FÁCIL

Lo hago o no lo hago, me ofendo, no sé qué hacer, me halago, lloro, huyo, canto, río, me hundo, te sonrío, crezco, juego, bailo, nado, te beso, discuto, observo, aprendo, reprimo, hablo, admiro, viajo, ¿vuelvo a dudar?, desprecio, me equivoco, me atrevo, salto, vuelo.

Esto es la vida, que va pasando y escapa. Llena de altibajos, de inseguridades. Sufrimos por lo que va a pasar, y si no, nos lo inventamos. Siempre buscando LA felicidad, algo que no existe como nosotros pensamos. Ser feliz no es tenerlo todo. Es poder con todo, es colaborar, cooperar, no competir.

¿El problema? Buscamos un objetivo inexistente, olvidando que las pequeñas cosas y momentos, los gestos, están ahí siempre. No estamos atentos, creemos que es lo normal, cuando en realidad, los detalles, hacen la verdadera felicidad. Y son pequeños, pero hacen nuestra vida grande, la hacen importante. Ahí está la plenitud, en que nos abracen en un mal día sin que lo pidamos. Y no lo valoramos. Buscamos más, lo dejamos de lado y miramos al futuro, olvidando el presente, en el que seguramente podemos ser felices y no nos damos cuenta. Quitémonos la venda y dejemos el telescopio, que lo bueno no está lejos, está delante de nuestros ojos. Solo tenemos que abrirlos… un poco más.









miércoles, 26 de marzo de 2014

Quien tiene vergüenza...

...ni come ni almuerza. Como bien decía mi madre, y ya sabemos que las madres siempre tienen la razón. O casi siempre.

Da vergüenza tener vergüenza. Partiendo de esa base... cuando estamos en una situación que consideramos incómoda, es como si se pusiera en marcha un circuito en el que suceden una serie de cosas, varias sensaciones, que acaban desembocando en tener la cara como un tomate. Pero es que tú sabes cuándo estás en ese momento justo que precede el ponerte rojo y no lo puedes evitar, es así. Qué bien iría tener un botón de STOP en ese mismo instante para que, al menos, no hubiese evidencias físicas de tu mal trago. Pero no, esa evidencia hace que se desarrollen todavía más síntomas a los ojos del otro, como tartamudeo, sudoración... y torpeza en general.

Pero, ¿por qué sentimos vergüenza? Tenemos miedo a sentir con intensidad porque nos hace sentir vulnerables e incorrectos. La sociedad siempre nos ha hecho creer que reír escandalosamente, gritar, cantar... y sobretodo llorar, tenemos que hacerlo en casa. No expreses tus sentimientos fuera en la calle, ante los demás, anda... que está mal visto. Nos da vergüenza sentirnos tristes, por eso siempre aparentamos estar contentos para los demás. Y... ¿Qué pasa si tengo ganas de saltar exageradamente de alegría porque me ha pasado algo muy bueno? Represión. Cualquier tipo de expresión de nuestros sentimientos que no esté "dentro de unos límites aceptados" nos hace pasar vergüenza. Pero cuando nos equivocamos es todavía peor. Valga la paradoja, sentimos vergüenza y esa intensidad de sentimiento nos hace pasar más vergüenza todavía por sentirnos avergonzados... Un lío si, pero es real. Hazte esta pregunta ¿Qué es lo peor que puede pasar en ese momento en que te hierve la cara y estás deseando desaparecer de escena? Pues nada. Como mucho, regalarle una anécdota a alguien. Y con suerte, el otro hasta te ayudará a salir de la situación porque, al verte así, puede que lo esté pasando igual o peor que tú. Que es lo que llamamos vergüenza ajena. Y también empatía.

Creo que algo como expresar lo que sentimos abiertamente en cualquier momento es muy importante para todos. Dejemos al lado el perfeccionismo y la autoexigencia y vamos a darnos permiso para sentir, para equivocarnos, para vivir. Que por suerte, es un privilegio que tenemos.

¡Que paséis mucha vergüenza!


miércoles, 12 de marzo de 2014

Entiéndeme

Cuando me siento decepcionada y me encierro en mí misma reflexiono sobre si tengo razones para sentirme de esta manera o no.

¿Cuántas veces hemos esperado algo de alguien que no ha llegado nunca? Bueno... Quizá sí que ha llegado, pero a su manera. O quizá teníamos las expectativas demasiado altas y nos sentimos frustrados por no llegar al nivel esperado. Ay... la frustración... por desgracia, aunque también por suerte, nuestra compañera de viaje.

Las expectativas, las opiniones, los ideales, las imágenes, las vivencias... la realidad, es algo muy personal consecuencia de las percepciones de cada uno. Tan personal es, que lo construímos nosotros mismos dependiendo de nuestra historia, de nuestra vida pasada. Recorridos distintos, con vivencias diferentes, con opiniones contrarias sobre situaciones variadas. Tú no vas a pensar lo mismo que yo, yo no lo voy a ver igual que tú... o quizá si, quien sabe. ¿Lo sabes tú? ¿Quién tiene la razón sobre algo? Todo depende de los ojos que lo miren, de la mente que lo perciba.

Si esperas algo excepcional de alguien... ¿Por qué crees que lo recibirás? ¿Te lee la mente? Quizá deberías decírselo, quizá deberías pedírselo. No dejes que lo adivine, porque si no lo hace...Ahí vienen: decepción, frustración. Y si decides no decirlo, dejarlo en el aire para ver si, con suerte, esa persona te da lo que esperas, si lo recibes ¡bravo! Y si no, acéptalo. Acepta que no todo el mundo es como tú, que lo das todo por los demás. Aunque... ¿Es que la otra persona no lo da todo? Según ella, quizá si. Diferentes interpretaciones, diferentes vidas, diferentes realidades.

Si algún día te sientes decepcionado por alguien, sea familiar, amigo, pareja o conocido, antes mira por qué te sientes así. Párate a pensar que quizá la otra persona está dando más de lo que tú crees, está dando lo que puede. Puede que tú te entregues más, puede que lo sepas demostrar más, pero eso no significa que no te quieran. Hay muchas maneras de demostrarlo y cada uno tiene la suya, aprende a entenderlas, aprende a interpretarlas. Sigue ayudando a los demás, sigue viéndoles, sigue queriéndoles a tu manera, que ellos lo harán a la suya. Y si de verdad les importas, no te decepciones, que te lo harán saber.







viernes, 28 de febrero de 2014

Cuéntame un cuento

Los cuentos, igual que la vida real, tienen parte de verdad y parte de fantasía. Y los cuentos… igual que la realidad, se interpretan de distintas maneras y dan sentido a las percepciones sobre nuestra realidad.

Érase que se era… dos hadas. Salvadora y Cuidadora. Siempre se intentaban reunir una vez al mes para explicarse qué cosas habían hecho por los demás con sus poderes y con su magia.

Salvadora, que buscaba soluciones fáciles y rápidas, explicaba a Cuidadora:

-       - He ayudado a una chica a aprobar unos exámenes. ¡Estoy muy satisfecha de mí misma!

-       -  ¡Anda! ¿Y cómo lo has conseguido?

-      - Pues saqué la varita mágica y le di tres golpecitos diciendo: “Abra cadabra, pata de cabra, sin estudiar este examen aprobarás” ¡y aprobó! Y tú, ¿a quién has ayudado?


Cuidadora, que utilizaba otro tipo de métodos más costosos y más lentos, pero que parecían más efectivos, contestó:

-        - Pues yo he ayudado a un chico a encontrar trabajo

-        - ¿Y qué hechizo le echaste?

-      -  Ui, que va, no saqué mi varita para nada, no me hizo falta. Le enseñé cómo hacer un buen currículum y técnicas para superar la vergüenza durante la entrevista

-        - ¿Y consiguió el trabajo?

-      - ¡Por supuesto! La solución no fue instantánea, claro, requirió esfuerzo y constancia, pero lo acabó consiguiendo. Ahora valora mucho más su trabajo y se siente orgulloso. ¿Y tu chica cómo va? ¿Ha seguido aprobando exámenes?

-        - La verdad es que… cada vez que tiene un examen me llama para que se lo solucione

-      - Y entonces, Salvadora, ¿de qué le sirve tu ayuda a largo plazo? ¿o es que realmente no la estás ayudando?


La parte de verdad en el cuento:

Podemos ver que el hada Salvadora, además de escoger la solución fácil para la chica a la que intenta ayudar, se atribuye los méritos a ella misma. En la vida real, esto se puede interpretar de la misma forma. A veces, creemos ayudar a nuestros seres queridos responsabilizándonos de sus problemas y dándoles así la solución directamente. ¿Tenemos miedo a que cometan sus propios errores? ¿O quizá tenemos la necesidad de ayudar para sentirnos bien con nosotros mismos? Sea como fuere, el mensaje que se le envía a nivel inconsciente a la persona que pretendemos ayudar es el siguiente: “No eres válido y no sabrías solucionarlo por ti mismo, ya te lo hago yo, que yo si soy capaz”.

En cambio, el hada Cuidadora hace todo lo contrario, motiva al chico y le da herramientas para que pueda valerse por sí mismo, pudiendo así aprender, madurar y crecer. No invalidarle y reforzarle la idea de “no soy capaz”. Eso es ayudar.

Deberíamos ser más conscientes y reflexionar antes de actuar cuando nos piden ayuda. Porque a veces actuamos por inercia, porque siempre lo hemos hecho así y no nos preguntamos si lo hacemos bien o si lo hacemos mal. Preguntémonos por qué hacemos las cosas. ¡Ayudémonos!

La parte de mentira/fantasía:
Las hadas no existen. Lo siento.



                                              

miércoles, 19 de febrero de 2014

Admirando


Considero que la palabra ADMIRACIÓN es uno de los sentimientos más bonitos que tenemos y de los menos reconocidos. Más bien porque solemos confundirlo (o transformarlo) en otro sentimiento menos sano: ENVIDIA. 

Pero es que somos así... tendemos a compararnos (y a competir como ya dije en otro post) en absolutamente todo, olvidándonos del esfuerzo que ha hecho la otra persona para llegar a donde está, para conseguir sus objetivos. Solo pensamos "Que envidia, ¿por qué no puedo estar yo ahí? seguro que ha tenido suerte". Y luego ya, si a caso, nos alegramos por ellos. Pensamos directamente en nosotros, para variar. 

Aprovechando, quiero decir que yo admiro a varias personas en mi vida por diferentes motivos. Pero si los junto todos en un mismo saco, las admiro por su fuerza de voluntad, por su valentía, por sus ganas de crecer y su forma de reinterpretar la vida. Da igual los obstáculos que encuentren, porque siempre los van a superar, y no digo esquivarlos... aceptarlos e interpretarlos de una manera positiva, para que no vuelvan a molestar. Incorporándolos para ser más fuertes. Son personas que lo han pasado muy mal en la vida, pero que aquí están, resilientes y capaces de todo... y más. Son estas personas las que llegan lejos de verdad, las que se enfrentan día a día a la vida, aunque ésta sea dura con ellas. Las que a veces dudan en si levantarse o no, si merece la pena o no, pero que se visten con una sonrisa y salen fuera, a superarse. Tengo mucha suerte de estar rodeada de estas personas, porque sin ellas no podría seguir aprendiendo, seguir creciendo. Para mí, son ejemplos a seguir y nunca me alejaré de ellas, y espero que ellas tampoco de mí.

Creo que este es un buen ejemplo de admiración. No te dejes llevar por la envidia... la envidia hace que te estanques, que no sigas creciendo. Teniendo envidia asumes que eres inferior a los demás y no es así. Aprende a ver lo bueno que tienen las personas, que es muchísimo. Admírales y luego aprende.

¿Por qué no hacemos la prueba? Dediquemos este post a alguien que admiremos. Publícalo en su muro o envíale simplemente el enlace. Viene bien que te lo digan de vez en cuando.






domingo, 26 de enero de 2014

Siempre salta un cojo

Sí, está muy bien que opines, tienes todo el derecho. 10% frustración. 20% frustración. 30% frustración. 40% frustración. 50% frustración. Que se calle, por favor. 60% frustración. 70% frustración. 80% frustración. 90% frustración. 100% frustración. 110% frustración. 120% frustración… ¿Histeria? Sht, aguanta.

Las personas tendemos a hablar y hablar sin pararnos a pensar un momento en lo que vamos a soltar por nuestra boquita. Unos piensan menos que otros, eso sí. Pero es que no es solo eso, se AFIRMA lo que se dice asegurando completamente algo que ni se ha pensado antes. Y si en una discusión, por suerte, te das cuenta de que el otro tiene la razón, y no tú, en vez de callarte o reconocer tu error… sigues hablando, sigues discutiendo, aun sabiendo que estás defendiendo una postura que ni tú te crees. ¿Así solucionas la frustración de sentirte equivocado?

La humildad es la base del crecimiento personal. Reconocer tus propias limitaciones y dejar que otros te enseñen te hace avanzar, te hace aprender, te deja crecer. No tienes que sentirte frustrado si alguien sabe más que tú sobre un tema, no te preocupes, porque tú sabrás más de otro. Un ingeniero puede explicarle a un psicólogo cómo se levanta del suelo un avión o cómo flota un barco y  el psicólogo le puede explicar al ingeniero cómo funcionan las emociones. Pero todo esto se puede llevar a cabo si no estás en el lado del sabelotodismo.

La frustración también te ayuda a crecer. De hecho, si no tuviésemos pequeñas frustraciones ya desde pequeños, creeríamos que el mundo es nuestro, que podríamos hacer lo que nos viniese en gana. Creeríamos tener la razón absoluta, porque nunca nos la habrían quitado. Por ejemplo, unos padres permisivos. “Mamá, ¿puedo ir al parque?” “¡Pero si no has hecho los deberes!” “Ya… mmm… pero es que quiero despejarme primero, así luego los haré mejor…” “Ah ¡claro que si hijo! Pues luego los haces”. En este caso, el niño no se ha frustrado, porque ha conseguido lo que quería, ir al parque y no hacer los deberes. Si su madre le hubiese obligado a hacer sus tareas primero, el niño se habría frustrado sí, pero se le habría quedado grabada una lección de responsabilidad. La crisis entre su deseo y su obligación habría quedado resuelta una vez hechos los deberes y habría disfrutado más de su deseo.


Entonces, si vamos combinando la humildad y la frustración a lo largo nuestras vidas, la facilidad para avanzar y aprender será mayor. ¿No tienes razón en algo? ¿No sabes algo? FRÚSTRATE: enfádate contigo mismo, grita, patalea. Pero luego acéptalo, reconócelo y se HUMILDE, crece.

"La humildad es la base y fundamento de todas virtudes, y que sin ella no hay alguna que lo sea." Cervantes.

jueves, 16 de enero de 2014

Ríe a carcajadas

Es curioso (penoso) tener que ver (vivir) ciertas situaciones que, de una forma u otra, podrían evitarse.

Tenemos la costumbre de competir en todo. Competir en el parvulario por quién tiene más plastidecors, competir por quién corre más,  por quién es el preferido de mamá y de papá (o del tío, tía, abuelo, abuela…), competir por quién saca mejores notas (incluso con tu amigo del alma), por caer mejor al profesor, por quién tiene más amigos… Después pasamos a competir por cosas más “de mayores”. Competir por entrar en la universidad, por sacar matrículas… Competir por encontrar trabajo, por caerle mejor al jefe (sin peloteos, espero), por un ascenso… por si tu hijo es más listo… etc.

En mi diccionario personal, competir sería intentar igualarte o superar a alguien con un fin mutuo a conseguir. Lo entiendo como una acción sana, sin “pisotear” al otro. Por otro lado, humillar sería dejar en ridículo a otra persona para que se sienta en una posición inferior. En posición de sumisión. Sería competir de forma insana para así conseguir tu propio fin.

Vale. Creo que hay una fina línea entre estos dos conceptos que se sobrepasa para conseguir nuestro objetivo. Desgraciadamente, muchos lo hacen, olvidan ese límite y actúan desde el “lado oscuro”, desde el afán de gloria y poder ante otros y sobre otros.

¿Pues sabes qué? Si te sientes humillado es porque quieres. ¿O es que alguien que es capaz de dejarte en ridículo, tiene el poder de hacerte pasar vergüenza o un mal trago? Lo dudo. En ese mismo momento se está demostrando quién vale más como persona, es decir… que este personaje y su súper ego está consiguiendo lo contrario a lo que se proponía. El que queda en ridículo es él. Quizá no se dé cuenta en ese mismo momento porque sus pensamientos narcisistas le nublan la mente y no le dejan pensar con claridad (qué raro, ¡siendo tan inteligente y poderoso como se cree!) pero tranquilo, no te sulfures… Déjale disfrutar porque todo acaba cayendo por su propio peso.
Con esto quiero decir que te valores más, que estés seguro de ti mismo y que PASES literalmente de gente tóxica que no te aporta nada, porque quizá su vida esté más vacía de lo que cree, y encima te está ayudando, porque aunque no te lo creas... te hace más fuerte.


Motívate, busca la felicidad en pequeños detalles, disfruta de las personas que si te quieren, esas que jamás te dejarían pasar vergüenza ante nadie, tu familia, tus amigos que no te desvalorizan sino todo lo contrario, comparte muchos momentos con ellos y sobretodo valórate, ríe a carcajadas, porque ¿a que tú no te consideras mejor que el resto? Pues ellos tampoco tienen derecho a hacerte creer que estás por debajo.

miércoles, 8 de enero de 2014

Pero ¿Y LA FELICIDAD QUÉ?

Parece que la ceguera que aparece cuando miramos alrededor es importante, pero más que importante… preocupante. 

Me hace “gracia”, por decirlo de manera suave por supuesto, cómo todo el mundo se tapa los ojos ante lo que no interesa (no hay más ciego que el que no quiere ver) o ante injusticias que se podrían evitar. Y no me refiero a injusticias a gran nivel como la corrupción que hay en el gobierno, que también, sino de pequeñas cosas que nos harían crecer como persona, pero que en muchas ocasiones brillan por su ausencia. En la mayoría de ocasiones, diría. 

Si nos ayudásemos un poquito más mutuamente, si existiese más humanidad, quizá no tendríamos que estar hablando de crisis social, y quizá tampoco de crisis económica. Las personas somos la causa directa de todo lo que pasa en el mundo y parece que no queremos darnos cuenta, el egoísmo sigue presente y eso nos va destruyendo a todos. Pero bueno, ya se sabe que esta vida es un juego de poderes y dominio. Desde que nacemos llevamos escrita la palabra “éxito” en la frente, estamos condicionados: Estudiar para conseguir dinero, trabajar para conseguir dinero, ascender en el trabajo para conseguir más dinero, seguir estudiando (a parte de la motivación intrínseca) para formarte y que te sigan ascendiendo y así ganar más dinero, relacionarte con gente influyente (ahí echándole morro) para quizá en un futuro ese contacto te recomiende y puedas ganar más dinero… Y así creemos que tenemos éxito. 

Es triste, pero el personaje importante es el que tiene más pasta, no la mejor persona ni el que hace mayor labor social… el más rico y egoísta es el que tiene más poder. Todo tiene un precio. Dinero, dependencia, poder, dominio, sumisión...


Pero ¿y la felicidad qué?