Érase
una vez… Raúl. Raúl, es un chico de 12 años que está en sexto curso de primaria
y que empieza a preocuparse por algo. Pero vayamos al principio…
Pongámonos
en situación. Una familia de un nivel socio-económico medio. Unos padres
trabajadores que cubren las necesidades de Raúl y de su hermana Laura, de 22
años, estudiante de Psicología. No les falta de nada gracias a la preocupación
y el esfuerzo de sus padres y a la aportación económica de Laura cuando le es
posible trabajar. Una familia “normal”, dentro del concepto que se tiene de
normalidad familiar.
Raúl,
desde pequeño, ha sido estudioso, muy ordenado y obediente. Alguna vez
que se ha intentado rebelar contra sus padres, ellos le han parado los pies con
algún castigo que ha cumplido sin rechistar. Podríamos pensar que ha aprendido
de su hermana mayor esta forma responsable de actuar, pero ella es más
contestona y más despistada. Así que este comportamiento no se ha adquirido
por imitación ni aprendizaje fraternal.
Respecto
a la relación familiar, por lo general existe harmonía entre todas las partes,
quitando las “típicas” discusiones familiares que todos tenemos o hemos tenido
en alguna que otra ocasión: “Papá, ya tengo 12 años, déjame ir solo con mis
amigos a ver el partido”; “Mamá, por qué no me dejas ir a la fiesta, ya tengo
una edad…”; “Vaya hermana que tengo que no me acerca al cine en coche, para una
cosa que te pido…”; etc. Problemillas que suelen solucionarse desde el diálogo
y la paciencia. Pero, por otro lado, buen ambiente no existía en el colegio.
Desde pequeño, Raúl no había encajado mucho con sus compañeros de clase y eso
también le afectaba y le hacía refugiarse más en sus libros. Los chicos solían
burlarse de él: “cerebrito, rarito, gafotas…” eran algunos de los adjetivos.
Bien.
Una vez puestos en escena, sigamos con la historia personal de nuestro
protagonista. Cuando Raúl empezó a preocuparse por su comportamiento pasó por
un gran abanico de emociones: confusión, tristeza, vergüenza, pero sobretodo
ansiedad. Él no entendía lo que le estaba pasando y por eso no podía
explicárselo a nadie, pero sabía que había algo en él diferente a los demás, algo
“especial”, como solía decirse a sí mismo. Así que, con la necesidad que tenemos todos de
etiquetar las cosas para darnos seguridad, y ya que él carecía de ella en estos
momentos, puso un nombre a sus extrañas acciones, las llamó: “mis tonterías”. Necesidad
de tenerlo todo controlado siguiendo las normas estrictamente; dedicaba mucho
tiempo al estudio, más que otros niños de su edad, porque consideraba que tener
ratos libres era una pérdida de tiempo; todo bien planificado; alta exigencia
consigo mismo; etc. Pero, lo que más le preocupaba, eran los pensamientos que
le surgían espontáneamente y no podía controlar, y las “tonterías” (según él)
que realizaba para intentar controlar esos pensamientos que se le aparecían y
que le generaban malestar y la ya mencionada ansiedad.
Raúl fue creciendo y aceptando lo que le pasaba, volviéndose cada vez más
perfeccionista y agravándose estos síntomas, generando aún más ansiedad en su
vida cuotidiana. Tanta, que había veces en que Raúl consideraba que se estaba
volviendo loco y que necesitaba ayuda de manera urgente. Y así lo hizo, cuando
tenía 15 años intentó explicárselo a sus padres y a su hermana, pero no supo
detallarlo bien porque ni él sabía lo que le pasaba exactamente y sentía
vergüenza, así que la familia no le dio mucha importancia y lo justificaron pensando
que sufría demasiado estrés en el instituto. Le ofrecieron apuntarse a alguna
actividad extraescolar, pero él no quiso, quería basar todo su tiempo en el
estudio. Laura, en cambio, se quedó un poco más preocupada, pero también pensó
que debía relajarse y esa ansiedad disminuiría.
¿Qué
le pasa a Raúl?
Raúl
tiene un trastorno llamado: Trastorno Obsesivo-compulsivo de la Personalidad
(TOC). Ahora detallaremos por qué.
Por
lo general, las personas que tienen este trastorno se identifican como personas
perfeccionistas, responsables y cuidadosas, incluso maniáticas. Pueden pasar
desapercibidas, sobre todo si el trastorno solo se caracteriza por tener
pensamientos intrusivos y rituales mentales, porque todo se encontraría a nivel
psicológico del sujeto y no estaría a la vista de familiares y amigos. Pero, en
el caso de Raúl, también había compulsiones.
Definamos
cada concepto:
Obsesiones, serían los pensamientos intrusivos. Pensamientos que se
le aparecen al sujeto de forma repetitiva e incontrolable en un primer momento
y que generan ansiedad.
Compulsiones: Son las acciones, llamadas también rituales, que
realiza el sujeto para disminuir los pensamientos intrusivos, para hacer que
desaparezcan las obsesiones, y por lo tanto, la ansiedad.
Llevemos
estos dos conceptos a la práctica. A Raúl, había un pensamiento que se le
aparecía a menudo: “Si no haces X, le pasará algo malo a tu hermana”; “Si no
haces X, tu madre tendrá un accidente”; etc. Pensamientos relacionados con la
muerte de seres queridos. Esto le provocaba mucha ansiedad y se sentía
responsable de ellos, de “salvarles la vida”. Así que él mismo, desde su pensamiento
mágico, creía que para que eso no pasara, tenía que remediarlo haciendo
algo à ritual. Ejemplo: “Si no cierras la puerta 3 veces, tu
padre se caerá y le ingresaran en el hospital”. Ansiedad elevada, ¿para
disminuirla? Se acercaba a la puerta y la abría y cerraba 3 veces. Disminución
ansiedad. O, a nivel más mental, “si no cuentas hasta 8, le pasará algo a tu
familia”. Pero cada vez que cumplía un ritual esto creaba más pensamientos
obsesivos y más compulsiones a largo
plazo y, en consecuencia, una elevación de la ansiedad cada vez mayor.
Los
sujetos que padecen este trastorno, TOC, son conscientes de que tienen un
pensamiento ilógico que no corresponde a la realidad. Saben que crean sus
propias reglas para disminuir este malestar, y hasta que no las cumplen
mediante los rituales no desaparece. Pueden creerse salvadores en su
pensamiento mágico, como es el caso de Raúl que realiza rituales para que no le
pase nada a su familia, pero saben que es ilógico y son conscientes de lo que
hacen y de que no hay una relación real causa-efecto. Pero no pueden parar,
necesitan eliminar esa ansiedad que les limita la vida en muchas ocasiones.
¿Por
qué viene dado?
Hay
muchas causas que predisponen a la persona a tener Trastorno
obsesivo-compulsivo: biológicas, una educación demasiado rígida, factores
sociales, rasgos personales… En el caso de Raúl, el desencadenante fue un
acontecimiento en la infancia que abrió la puerta a esos pensamientos obsesivos
y a esas compulsiones.
Me
explico. Recordemos que Raúl no encajaba en clase desde pequeño, y eso hacía
que se refugiase más de lo debido en sus estudios. Un día, las burlas hacia él
fueron más duras de lo normal, tanto, que Raúl no podía evadirse y pensar en
otras cosas, no pudo hacer caso omiso y, como no era de meterse en peleas ni de
discutir, se desahogó con este pensamiento dirigido a un compañero: “Ojalá te
hicieses mucho daño y acabases en el hospital”. Casualmente, al cabo de un par
de días, su agresor verbal no vino al colegio. Raúl se sintió aliviado, hasta
que la profesora les comunicó que no vendría porque había sufrido un accidente
de coche y estaba en el hospital grave. A partir de aquí, por esta
causa-efecto, que evidentemente no era real, Raúl lo percibió como algo que
había provocado él y se sintió culpable, todo a nivel inconsciente. Se gravó en
su cerebro y por eso surgieron todos esos pensamientos obsesivos posteriores,
procedentes de la culpa. Todo esto puede surgir tanto a nivel consciente como a
nivel inconsciente.
En
este caso, Laura, empezó a percibir señales que emitía Raúl, ahora con 18 años,
y se interesó por su problema, porque empezó a verlo más extraño de lo
habitual, más distante. Comenzaron a indagar para llegar a la raíz. Recordemos
que Laura estudiaba Psicología, ahora ya Licenciada, y empezó a relacionar los
síntomas con conceptos estudiados durante la carrera. Ella empezó a sospechar y
supo cómo hacerlo para que Raúl dejase a un lado la vergüenza y le explicase lo
que pasaba con detalle. Poco a poco, llegaron a ese pensamiento desencadenante:
“Ojalá te hicieses mucho daño y acabases en el hospital” de hacía años, y
racionalizaron por qué pensó eso. Él no quería hacer daño a nadie. Ese desahogo
interior simplemente significaba “déjame tranquilo, no quiero que vengas a mi
clase”. Quería que desapareciese de su vista, de su vida, no que enfermase ni
muriese. Es ahí cuando Raúl disminuyó sus síntomas y, en consecuencia, su
ansiedad. Cuando descubrió el por qué y entendió lo que le estaba sucediendo,
cuando su hermana le hizo racionalizar ese pensamiento, darle una
justificación.
En
muchas ocasiones, como en este caso expuesto, este trastorno desaparece o
disminuye altamente sus síntomas cuando se descubre la procedencia del mismo y
se da una explicación lógica que no se pudo dar Raúl cuando tenía 12 años,
porque no sabía de donde venía. Ahora, con casi 19, tiene la madurez suficiente
para saber por qué pensó esa maldad y sabe justificarlo y razonarlo. Es en este
punto donde el trastorno empieza a desaparecer.
Para finalizar,
decir que el 80% aproximadamente de las personas diagnosticadas con TOC,
inician su sintomatología antes de los 18 años. Con una existencia de un 1% en
la población adolescente, que aunque parece poco, es una cifra importante.
Además, también hay que tener en cuenta que es un trastorno difícil de ver y
diagnosticar, que está muy oculto en nuestra sociedad y que quizá debido a eso,
esa cifra sea aún más elevada.
¿Conocéis este trastorno? ¿Creéis que debemos prestar más atención a las señales que nos intentan transmitir nuestros seres queridos?